MES DE FLORES Y ANIVERSARIOS

Mayo. 31 soles. Gardenias y sinsontes que coquetean con la lluvia del mediodía. Una luna llena que se baña despacio en el mar del próximo verano. Siempre una promesa. Colecciono todos mis Mayos desde que era una niña. Recuerdo cada uno de sus sustos y sus sonrisas… La ansiedad de fabricarle una sorpresa a mi madre para ganarme uno de sus besos tibios y redentores. El insomnio de los caramelos que caerían como pétalos sobre los cumpleaños de mi hermano y mi prima. La conmoción de los 21 paticos amarillos - como moticas de luz - que inundaron la casa tras la inexplicable muerte de la pata Adelaida. Las ciruelas madurando vertiginosas y el rayo incandescente que atravesó el alero marcando con fuego mi memoria.

Mayo. La penúltima lección de piano y aquel primer beso incomprensible que me tomó por asalto. Los aguaceros saltando de charco en charco hasta mi primera menstruación. La muerte de mi amiga Silvia nublándonos el recreo y su mano llevándome a volar por el universo en un sueño tan real que todavía hoy me eriza los pelos. El novio que nunca debió ser. Las amigas que nunca me quisieron. El mar reflejando el terror de un rabo de nube acercándose al pueblo.

Mayo. El nacimiento de mi primer sobrino. Su llanto taladrando la noche y fundando cariños rotundos en mi pecho. El cuento que empecé y que aún no termino. Los últimos lirios que sembré con mi padre y su sonrisa flotando en mi corazón. Nosotros dos debajo del almendro.

Mayo. Mi aventura secreta. La soledad y el reencuentro. Mi llegada a un lugar nuevo llena de amores viejos. El alma hecha girones. Los insomnios sin estrellas. La muerte y la vida. La vida… El prodigio de los días conquistándote las tristezas. El milagro de las querencias que se multiplican sin tu permiso. El ejercicio de aprender nuevos recuerdos y descubrir en las manos amigas el sitio donde ahora habitan las estrellas. Un solo corazón donde caben dos mundos. La certeza de saber que ya nada es ajeno. Han pasado 17 años... y el tiempo sigue amasando Mayos nuevos.