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martes, 14 de septiembre de 2010

CONTEMPLO


Contemplo es una niña de 86 años. Es la más pequeña de diez hermanos a los que ha sobrevivido con gran terquedad. Desde que nació se propuso ser inmortal y ¿saben una cosa?, lo está logrando.

De pequeña era alegre, ocurrente, consentida y caprichosa. De mayor es única. No tuvo muchos estudios, sin embargo, no hay misterio en el mundo que ella no haya podido descifrar con un pase de sus neuronas impredecibles. Para Contemplo todo tiene una explicación y, sobre todo, una palabra especial que lo define. Por ejemplo, si un niño es muy intranquilo, está corriendo por toda la casa y derribando los muebles, para ella se trata de un niño “indoméstico” al que sus padres no le han sabido “incrustar” la educación.

Contemplo no come potaje de garbanzos por las noches porque eso le da mucha “petulancia” y para ella no hay nada más terrible que una noche de “cerutos”. Tiene una amiga muy querida que vive en un “esfínter” en Hialeah y es con la única que ella “intimida” porque no le gusta eso de estar “intimidando” con cualquiera. Sí, Contemplo es increíble. El día que le compraron un colchón nuevo llamó a toda la familia por su teléfono “medular” para contarle lo cómodo que estaba su “bolloesprín” de estreno.

Es muy limpia. Se baña diariamente porque si no, la suciedad se le “interpreta” en la piel y uno no debe andar por ahí todo “churrento” y “desalientado”. A veces padece de “desconsuelo” de estómago y de un problemita con las “gángulas” de la garganta, algo que ella se trata con unas buenas “gárgolas” de miel con limón antes de acostarse a dormir.

No le gusta exponerse al sol. Tiene una piel muy delicada y muy “pecaminosa”. Sus pies son pequeños y blancos como un “adarme” aunque nunca ha podido explicar con exactitud qué es un “adarme”. Tiene un gran concepto de la justicia y no soporta que tomen a nadie de “chivo expositorio”. Los rayos de Miami la “aterrizan” sin embargo, desde su primer 4 de julio, Contemplo quedó fascinada con los fuegos “artificiosos” y las luces de “venganza” que vio en Bayside. No se pierde una fiesta de la “pendencia” por nada del mundo. Un día, la chispa de niña traviesa que brilla en sus ojos se va a apagar y la bondad de su corazón se irá a fundar una nueva estrella pero ella siempre va a estar con nosotros. Contemplo ya es inmortal.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Todo lo que vio

El mismo día que Ericina le celebró el cumpleaños numero siete a su hija Talasa, un terremoto estremeció la isla. Fue una venganza ruidosa que parecía una redención. Le intervinieron la tintorería que heredara de su abuela, la consulta de acupuntura que heredara de su abuelo y gran parte del dinero que le dejara su madre en una cuenta en el banco. No le quedó más remedio que exorcizar el éxito de sus antepasados como si se tratara del peor de los demonios y mimetizarse en medio de la vociferante irracionalidad de un pueblo que empezó a despojarse a si mismo de todo, hasta de sus propios derechos, y a tragarse uno a uno a sus hijos, creyendo que hacía justicia.

Ericina sólo conservó la casa de dos plantas y el viejo auto de la familia. Eso le bastó para enfrentar la vida. Se hizo chofer de alquiler y continuó criando a su hija Talasa. Su instinto no le había mentido: los retos, cada vez mayores, le iban saliendo al paso, atenazándole el alma y la existencia y obligándola a sobrevivir.

Su hija Talasa era bella como todos sus antepasados y especial como solo podían ser las mujeres de su familia. Tenía muchas facultades extraordinarias, entre ellas, una facilidad única para hablar diferentes idiomas. Estudió en la universidad y se graduó de intérprete de inglés, francés, italiano y griego. Fue precisamente una mañana, cuando interpretaba en un congreso de literatura, cuando conoció a Nikos Kapodistrias, un famoso escritor y lingüista griego, descendiente del padre de la Grecia Moderna.

Nikos quedó prendado de los bellos ojos de Talasa y de su capacidad de hablar con él no solo en la variante demótica de su antiguo idioma, sino también en los dialectos arrumano, pomaco y romaní. Esa misma noche, Talasa y Nikos brindaron con champaña y se juraron amor eterno mientras se amaban con frenesí en la bañadera del hotel donde estaba hospedado el visitante griego. Dos semanas más tarde, Nikos Kapodistrias se marchó de la isla con la promesa de regresar en un mes para consumar el matrimonio.

Talasa lo despidió en el aeropuerto con una sonrisa aunque sabía que nunca más volvería a verlo. Sus ojos verdes estaban entrenados desde hacía varios siglos para ver más allá de las promesas, igual que lo había hecho Samara al despedir a su adorado pirata Morgan. A fin de cuentas, para Talasa, las noches de amor vividas con aquel varón de perfil helénico y cuerpo de coloso habían valido la pena. Además, no se quedaba sola. Sabía que una criatura empezaba a latirle en las entrañas. También sabía que sería una niña y se llamaría Venus. Lo que no pudo anticipar Talasa fue que ocho meses después, una mañana camino al trabajo, la iba a sorprender aquel rayo implacable que acabaría con su vida.

Eso fue lo que Ericina vio en mis ojos de recién nacida cuando me cargó por primera vez: toda la magia milenaria que me navegaba por las venas desde el principio de los tiempos. También vio las sombras de un gran peligro. No le quedaron dudas. Yo - Venus Calipigia - era su mayor reto y a la vez el mayor enigma de su existencia. Se persignó y echó a andar hacia la casona conmigo en brazos…