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martes, 14 de diciembre de 2010

NO HAY MISIÓN IMPOSIBLE


Soy prueba de ello. Sobreviví a muchas cosas en la vida: a la explosión que adelantó mi nacimiento; a la vez que me quedé encerrada en el baño con solo tres años de edad y me sacaron por la ventana; a las ronchas de la penicilina china, a la maestra makarenko que me propinaba pedagógicas partiduras de lápices en la cabeza, a todas las veces que fui a la escuela al campo y, sobre todo, a las que no fui. A los desamores de la secundaria, a la matemática del pre, a la ruta 58 Habana-Cojímar, a las plataformas de madera del artesano del Vedado y a la pasta cárnica.
También sobreviví las asambleas de la universidad, las guardias obreras, el plan alimentario, la limpieza de las jaulas en el zoológico de 26, los apagones y la tormenta del siglo. Soy dura de matar. Luego me tocó sobrevivir la incertidumbre de mi escapada clandestina, el pastel de choclo, la separación familiar, la ausencia de mi hijo, la muerte de mi padre en la distancia… De todo volví. Un poco despeinada, es cierto, pero no vencida. Cuando parecía la paz vino la enfermedad. También la derrotamos. Nos dejó cicatrices, machucones y nuevas arrugas pero no pudo con nosotros.
Sigo viva y, por supuesto, hoy tengo nuevos retos no menos fáciles. Molinos de viento que me acechan, empeñados en despojarme de lo que me queda y mantenerme sin dormir. Pero yo hago lo que siempre he hecho: luchar y sobrevivir. Mientras exista música, mientras haya escarcha para fabricar nuevos sueños y mientras las palabras sigan siendo mis aliadas, nada es imposible. Sigo sobreviviendo, capeando la crisis económica, el frío de Miami, mi suegra, los escándalos de Wikileaks y mi inhabilidad para defenderme mejor de tantos demonios. De una cosa estoy segura: moriré feliz, con la satisfacción de que nada ni nadie pudo conmigo y con una sonrisa de oreja a oreja para que no quede ninguna duda de que me divertí muchísimo…

2 comentarios:

  1. Mientras hay vida hay esperanza, por depauperada que se vea.

    Creo que soy la seguidora número diez, y eso es buena señal. ¡Salute!

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