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jueves, 29 de diciembre de 2011

SE ACERCA EL FIN...


Sentir ese susto morboseándonos las tripas es algo extrañamente placentero. Quizá por eso, desde el principio de los tiempos, en medio de la más absoluta incertidumbre, el hombre solo se atrevió a asegurar una cosa: el mundo se va a acabar. Y a partir de ese momento empezó a bailar alrededor de la hoguera y a tomar chicha para ahuyentar el miedo. Sin saber de dónde venía y mucho menos a qué venía, lo primero que vaticinó apenas se paró en dos patas fue el final. La noticia, además de echar a andar el sobresalto, supuestamente debió activar ciertas funciones regeneradoras para mejorar la raza humana. Pero a la larga, el concepto de lo finito terminó desencadenando todo lo contrario: un trallazo de hedonismo, una predisposición a la gozadera con el sano objetivo de que, pase lo que pase, nadie te quite lo “bailao”.

A mí particularmente lo que molesta no es la lluvia sino el fanguito… Es decir, si se va acabar, que se acabe. Pero eso de que cada cierto tiempo aparezca alguien ajustando una nueva fecha para el sonado suceso ya me tiene harta del verbo ya está bueno. Y no importa quien lo diga, la reacción casi siempre es la misma: nada de introspección, nada de arrepentimiento, nada de abrir nuestros corazones al amor… Los más cautos compran laterío y velas ¿me pregunto para qué? Otros le dan aguardiente a la garganta y fuego a la lata. Algunos salen del closet y no falta el despistado que en medio de la borrachera se reconcilia con su suegra y se espanta al comprobar al día siguiente que el mundo no se acabó ná.
Yo pertenezco al grupo que nos gusta hacer cierto balance para saber qué ha hecho y, sobre todo, qué le falta por hacer. Y como ya no confío en tanto apocalipsis de pacotilla, hago mi ensayo todos los 31 de diciembre porque, en honor a la verdad, los años son los únicos que hasta ahora se acaban puntualmente en la fecha prevista.
Mi lista de lo hecho es mínima, sin embargo, mi lista de pendientes no deja de crecer. Por ejemplo, a mi meta de ver una aurora boreal, escribir un “best-seller”, dormir en un iglú, ser una abuela cómplice y ganarme la lotería, le he agregado este año otras cosillas:
1- Entender y usar todo lo que hace mi teléfono celular
2- En ciertas situaciones, sustituir los suspiros por lo que realmente pienso
3- Perderle el miedo a los espejos, sobre todo al de aumento que está en el baño
4- Caminar diariamente hasta consumir las calorías y los malos pensamientos del día
5- Decir que no, gloriosa y soberanamente
6- Soñar intensamente a pesar del insomnio y de los pesimistas
7- Aprenderme todas las funciones del remoto del televisor
8- Encontrar la palabra perfecta para consolar a un amigo y el silencio oportuno para no herirlo
9- Mejorar mi sistema inmunológico para no agarrar todos los catarros de mi nieta
10- No morirme hasta intentar todo lo que quiero y terminar al fin aquel viejo poema
Este 31 de diciembre, a las 12 de la noche, comenzará un nuevo año, el 2012, el año del Dragón de agua, el año en que según los Mayas, los planetas de nuestro sistema solar se alinearán como solo lo hacen cada un paquetón de años para dar inicio a un nuevo ciclo. Traspasaremos un nuevo umbral y seguiremos consumiendo días. Ojalá lo hagamos con más tino, sin desperdiciar ni un minuto ni un te quiero. Sin dejar que la vida nos impida vivirla. Felicidades.




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