AVISO:

ESTE BLOG CREA ADICCIÓN. ENTRA A TU PROPIO RIESGO.

miércoles, 20 de julio de 2011

UN SECUESTRO EN MIAMI


Uno cree que eso no le va a pasar nunca, que son cosas distantes, inmateriales o ajenas que solo suceden en los noticieros, los seriales policíacos o las películas… pero el día menos pensado la cosa se materializa y te viene encima. Eso me ocurrió a mí… ¡y de qué manera!

Trabajaba, en este mi trabajo de hilvanar palabras desechando las huecas y escogiendo las más precisas, cuando el teléfono empezó a vibrar descompasadamente y se deslizó por todo el escritorio con estertores de mal augurio. Yo no me percaté de inmediato de los rebullones que revoleteaban sobre aquella llamada y respondí al sesgo, sin dejar de mirar la pantalla de mi computadora. La voz descascarada de mi suegra me llegó un tono más alto de lo habitual:

-¡Secuestraron a Pepe… y lo van a ma… a matar!

La primera reacción fue un típico frunce de ceño, ese que siempre hago ante las entrañables chocheces, cada vez más originales y delirantes, de mi octogenaria suegra.

-Vieja, ¿se tomó la pastilla de por la mañana?

-Sí, mijita, pero préstame atención, me llamó un hombre y me dijo que Pepe tuvo un accidente y se lo llevaron unos hombres y lo van a matar… ¡ay, me estoy muriendo del susto! Yo le di tu número al hombre para que te llame… creo que me… que me… que me voy a desmayar…

La angustia era auténtica. O era cierto o ya la vieja había traspasado el umbral de la cordura y navegaba a 80 millas por el mundo de las alucinaciones. Traté de calmarla.

-No se asuste vieja. Eso seguro fue un equivocado. ¿Dijo cómo se llamaba?

-No. Solo que secuestraron a Pepe y lo van a matar. ¡Ay, Dios mío, yo me quiero morir!

-Tranquila. Voy a colgar para llamar a Pepe. Yo te llamo en cuanto hable con él.

Le colgué pero ya la posibilidad de que se tratara de algo real se me había instalado en las rodillas y me las había vuelto de trapo. Marqué el número de Pepe. Timbre. Timbre. No había respuesta. Sentí que me empezaba a faltar el aire. Traté de volver a marcar pero entró imperiosa otra llamada a mi teléfono.

-¿Sí?

-Oiga señora, la llamo para decirle que su esposo tuvo un accidente. Le pegó a una motora y vinieron unos morenos y le cayeron a golpes… después se lo llevaron para un “building” y lo tienen secuestrado… dicen que lo van a matar…

La voz del hombrecito desconocido, con un inconfundible acento puertorriqueño, me pegó como un latigazo en el estómago y me pulverizó los últimos remanentes de razonamiento lógico que me quedaban (que, por cierto, no son muchos). A partir de ese momento se me soltó ese macho cabrío que tengo por imaginación. Visualizaba a mi esposo favorito, amarrado a un taburete, con un pañuelo metido en la boca, todo golpeado y ensangrentado, muerto de miedo y con dos ‘prietos’ apuntándole a la cabeza con una pistola.

-¿Pero dónde está, por su madre? ¿Por qué no llama a la policía?

-No, no, no, a la policía no la llame que se lo matan. Mire, yo lo único que quiero es ayudar…

-¡Entonces ayúdeme! Dígame dónde está para ir a salvarlo

-Si viene lo matan, señora. Los morenos lo que quieren es dinero para arreglar la motora. Dicen que 1,500 chavos… o lo que usted pueda…

El cerebro, o más bien el anti-cerebro, me giraba a mil revoluciones por minuto.¿1,500 pesos? ¿O lo que yo pueda? Estos secuestradores no tienen mucha clase. Casi que están pasando el cepillo, pensé.

-Fíjese, señor, tengo que colgarle para llamar a mi hijo y buscar el dinero, yo lo vuelvo a llamar

-¡No me cuelgue!- me interrumpió casi histérico el “buen samaritano”- ¡Si me cuelga lo matan!

-Bueno, pues quédese ahí esperando en el teléfono y hágase el que está hablando conmigo que yo tengo que buscar el dinero

-No, no, no y no. No me deje aquí, no me corte la llamada o lo matan, ¡lo matan!

-¡Coño, tranquilícese, que aquí la que está a punto de quedarse viuda soy yo, carajo!

Lo impresioné. Se quedó callado. Tapé el teléfono celular y por el fijo volví a insistir al móvil de Pepe. Nada, no contestaba. Colgué. No tengo ese dinero, pensé. ¿Qué hago? Lo pido prestado. ¿Pero a quién? Ya sé, mejor les ruego que me hagan una rebajita. Iba a agarrar de nuevo mi celular para hablar con el hombrecito cuando sonó el timbre del fijo.

-¿Qué pasa, mamucha? Tengo como 100 llamadas tuyas ‘perdidas’

-¿Eres tú, Pepe? ¿Dónde estás, so desgraciado?

-No ofendas. Estoy saliendo del quiropráctico

-¿Saliendo del quiropráctico? ¿De verdad? ¡Júramelo! ¡Júramelo por lo virgen de las 5 llagas!

-Te lo juro pero… ¿Te sientes bien? Suenas un poco desquiciada

-¿Seguro que no estás secuestrado?

-¡Que no, mujer, que estoy saliendo del quiropráctico! Por eso no pude contestar ninguna llamada. Te exigen que apagues el celular porque… ¡¿secuestrado dices?! ¿De dónde has sacado tú eso?

-Espera un minuto, no me cortes, voy a terminar algo que dejé a medias y enseguida te cuento

Coloqué el auricular sobre la mesa y me pegué el celular a la oreja.

-Señor 'buena persona' ¿está usted ahí todavía?

-Sí, pero no me deje esperando más tiempo, mire que los morenos están a punto de matar a su esposo…

-Sí, mi 'pobre esposo', un joven alto él, esbelto, de pelo rubio y ojos azules, tipo Brad Pitt ¿no es cierto?

-Sí, sí… ¿ya tiene el dinero, señora? Los morenos dicen que se transan por 800… o por lo que usted pueda…

-Sí que están ‘pelaos’ esos morenos ¿eh?… Ahorita se conforman con un plato de arroz con frijoles… ¿Sabe qué? ¡Váyase al mismísimo carajo! Mi marido es viejo, canoso y barrigón y acaba de salir del quiropráctico, atracador de quinta, delincuente de mierda, hijo de p… aquí tengo su teléfono en mi celular y se lo voy a dar ahora mismo a la policía para que lo metan preso so cabrón, fullero, tarrú…

Seguí desbarrando por un rato hasta que me di cuenta que el tipo ya me había colgado. Yo todavía estaba temblando. Era una mezcla de ira y miedo. Más tarde, mi esposo favorito y yo hicimos el reporte a la policía y nos enteramos que el número telefónico pertenecía a un celular de Caguas, Puerto Rico. También supimos que esa misma estafa la habían utilizado para timar a otras personas con mayor o menor suerte y que la policía ya tenía conocimiento del asunto.

Cada vez que me acuerdo siento un trallazo de adrenalina del ombligo para adentro. Me revienta lo fácil que me embaucaron. No se me ocurrió preguntar cómo se llamaba el secuestrado, ni cómo era, ni de qué color era el auto que había chocado con la dichosa ‘motora’… ¡Nada! Me dejé llevar por la emoción y desconecté las pocas neuronas que aún me flotan dentro del cráneo… Solo atinaba a “ver” a Pepe amarrado, con los ojos desorbitados por el miedo, mientras los morenos - con los pantalones por las rodillas - le hacían ruedo con sus pistolas en la mano y se reían, mostrando sus dientes de oro… tipo Pedro Navaja...

Por eso se los cuento, para que estén prevenidos. Y para que prevengan a las personas mayores de su familia. Mi suegra todavía está gaga del susto.







1 comentario:

  1. JAJAJAJAJAJAJJAJJAJAJJAJJAJAJJA!!! a mi novio lo llamaron con el cuento de que su "hermano mayor" habia tenido un accidente y le habia dado un golpe a un carro, y lo iban a matar... lo llamó una señora, eh, que se prestó para esas cosas... pero les salió el tiro por la culata porque mi novio... ¡no tiene hermano!

    ResponderEliminar