AVISO:

ESTE BLOG CREA ADICCIÓN. ENTRA A TU PROPIO RIESGO.

lunes, 20 de septiembre de 2010

La niñez de Venus y sus primeras preguntas


Además de nacer con la clave del relámpago, y otros muchos poderes que fui descubriendo poco a poco, tenía el don de dejarme ver a través de las paredes. Esto último resultó muy útil. A los ocho meses ya corría y trepaba muros sin ayuda de nadie y, teniendo en cuenta que vivíamos en la casa más grande del pueblo - la antigua mansión de dos plantas que comprara Tremendad y el tintorero con el premio de la lotería – aquella característica fue una bendición para mi abuela Ericina. A la hora del baño me localizaba en un santiamén dondequiera que estuviera y me lanzaba de cabeza a la bañadera, una verdadera obra de arte recubierta de porcelana blanca, con patas de hierro fundido que semejaban garras de león.

Allí pasaba horas haciendo burbujas mientras ella me restregaba las rodillas y los calcañales y me revelaba todos los secretos que debía conocer. Me hacía cuentos increíbles de checherecús traviesos y güijes enanos que caminaban por el fondo de los ríos, de la bella Oshún, el aguerrido Changó y todos los Orishas del panteón Yoruba; de Sara la Kalí, la deidad gitana, con su saya mágica que flota sobre el mar; del mago Merlín y la hechicera Morgana, que despedían fuego por los ojos y hablaban con las serpientes; de Tianlong, el dragón celestial chino capaz de derrotar a Gong Gong, un demonio maligno de luengas barbas y de los mensajes en clave que traen escritos en el carapacho todas las jicoteas del mundo. Durante aquellos largos e ilustrativos baños, me condujo por mis primeros viajes astrales, me alineó todos los chacras y me sintonizó con el universo.

Por eso a los tres años leía de corrido y contaba hasta cien. A los cinco podía identificar todas las constelaciones, descifrar el significado de los sueños y hablar con las gaviotas. A los seis pescaba hasta 200 parguitos sanjuaneros en una sola noche de luna, deshacía trombas marinas con humazos de tabaco y adivinaba el pasado y el futuro de las personas con una piedra cónica que me había encontrado un día a la orilla del mar y que había bautizado con el nombre de “el ombligo del mundo”.

Ericina se esmeraba por trasmitirme toda la sabiduría de mis antepasados. Pospuso la búsqueda incesante de su media naranja y se dedicó por completo a enseñarme. Me estrenó en el goce redentor de los aguaceros, me reveló el misterio de las lunas de enero y me contó lo que soñaban las abejas enamoradas en sus siestas del mediodía. No perdía una ocasión para hablarme del yin y el yang, de los puntos y meridianos del cuerpo humano y de cualquier otro tema oculto o esotérico, todos los cuales dominaba a la perfección. Por eso se disgustó muchísimo el día que llegué de la escuela y le pregunté por qué la religión era el “apio de los pueblos.”

-¿Con que el apio, no? ¡Ay, Virgencita de las cinco llagas, ayúdame! ¡Nada más faltaba que encima de todo tuvieras una interferencia vegetal! En primer lugar, niña, no es apio, es opio. En segundo lugar, esas son boberías de un viejo barbudo que huyendo del machete se metió en esa vaina. ¿A qué viene la pregunta?

-En la escuela me enseñan eso, abuela. ¿Sabes? No puedo dejar que nadie vea la medallita de la Caridad del Cobre que me regalaste. Ni el resguardo que me hiciste. Dicen que los creyentes son ‘contrarrevolucionarios’

-¡Cuidadito! No permitas que la incapacidad de unos cuantos fanáticos te escurra toda la magia del mundo por un colador. Allá los que crean en los límites

-¿Entonces no hay límites?

-Solo uno: la ignorancia. Somos seres con un rango de visión limitadísimo y todavía hay quien solo cree en lo que ve… Seguro que te lo están enseñando todo al revés. ¿A ver, sabes lo que son las estrellas?

-Sí, dice mi maestro que son masas de gases a temperaturas muy elevadas

-¿Ves como tu maestro no sabe nada? Las estrellas no son de aire, son una luminosa mezcla de anclas y alas. Nos indican el lugar exacto al que pertenecemos y el espacio infinito donde habitan nuestros sueños. Muchas de esas estrellas ya no existen, pero su luz sigue brillando a través del tiempo ¿Sabes por qué?

-¿Por qué?

-Porque están amasadas con los sueños fosforescentes que nuestros antecesores no pudieron alcanzar

-¿Y no se apagan nunca?

-Sí, se apagan cuando alguno de nosotros es capaz de realizar esos sueños inconclusos que se quedaron titilando en el universo.

-¿Y qué pasa si hay mucha gente que se muere y deja el mismo sueño sin cumplir?

-Entonces tanto brillo nos desorienta y las noches se vuelven un infierno. La gente, agotada, empieza a huir buscando un sitio para descansar

-¿Y esa es la solución?

-No. La gente huye de tanta luz pero no puede escapar. El brillo los persigue. El único remedio es cumplir con esos deseos atrapados en los pliegues de la bóveda celeste. No puedes dejar que te confundan, Venus

-Eso está muy bien, pero ¿qué hago con lo que me enseña mi maestro?

-Razónalo con tu propia mente. Toma lo que creas que vale la pena. Lo otro lo desechas. ¡Eso sí! En los exámenes repites lo que ellos quieren que tú pienses. Así te dan buenas calificaciones. Actúa como si tratara de una tormenta, déjala que pase sin oponerle resistencia

-El problema es cómo hago para que los demás no sepan que pienso diferente. Eso puede ser un problema

-No los dejes entrar. Amurállate

-¿Y uno puede vivir tan solo?

-Realmente no… Pero por el momento me tienes a mí. Después ya veremos como arreglamos eso…

No hay comentarios:

Publicar un comentario