AVISO:

ESTE BLOG CREA ADICCIÓN. ENTRA A TU PROPIO RIESGO.

jueves, 12 de julio de 2012

CUANDO MAYO SE VUELVE MIAMI


Mayo era la lluvia del mediodía resbalando por las gardenias. Una luna llena que se bañaba sin prisa en el mar del próximo verano. La ansiedad de fabricarle una sorpresa a mami para llenar de sonrisas su segundo domingo. La anticipación de los caramelos que caerían como pétalos sobre los cumpleaños de mi hermano y mi prima. La conmoción de los 21 patitos amarillos - como moticas de luz – con los que la pata Geraldina inundó la casa. Las ciruelas madurando vertiginosas y el rayo incandescente que atravesó el alero de la casa aquella tarde, marcando con fuego mi memoria.

Mayo fue la penúltima lección de piano y el primer beso que me tomó por asalto. Las nubes saltando conmigo de charco en charco. La muerte de mi amiga Silvia nublándonos el recreo y su mano llevándome a volar por el universo, en un sueño tan real que todavía hoy me eriza los pelos.

Mayo fue el amor que nunca debió ser, el rabo de nube en las pupilas de mi abuela, el nacimiento de mi primer sobrino y su llanto taladrando la noche y fundando cariños rotundos en mi pecho. Mayo fue el cuento que empecé y aún no termino. Los últimos lirios que sembré con mi padre y su sonrisa entibiando mi corazón. Nosotros dos debajo del almendro.

Mayo fueron las madrugadas donde fragüé mi huida. La soledad y el miedo; ese terrible que te duele en las entrañas. Mayo también fue el golpe seco de la quilla en la arena y el primer paso tímido en la vastedad del continente. Fue la angustia del que pierde de  golpe los puntos cardinales. El desamparo del que extravía el olor de las picualas. Mayo fueron silencios; esquinas sin un solo recuerdo; insomnios de estrellas apagadas. La muerte. La vida. La terca vida...

 Y un día Mayo se hizo Miami, entrándote por los ojos y rindiéndote el alma con fogonazos de color. Miami, una ciudad y muchas, donde es posible plantar retazos de todas las nostalgias a la sombra de sus árboles de estreno. Mayo en Miami es el puente donde amanece el sol. El mar donde las gaviotas se beben la luna, sorbo a sorbo. Son las ferias y el arte; las bandadas de cotorras salpicando de verde el Down town; el ‘homeless’ que cura las tristezas con flores de papel; los cocodrilos sesteando en los canales; las casas fantasmas que susurran boleros; el olor de las barbacoas formando un remolino con la risa de tus nuevos amigos. Es la lluvia tibia que le empaña los cristales al corazón. Y el trueno que atraganta el buchito de café.

Miami es el enigma de una suite del Hotel Biltmore, la anchura del amor en Lincoln Road, el aire despistado de Ocean Drive, el convite de espíritus de Midtown, el guiño sofisticado de Coconut Grove, los árboles eternos de Coral Gables, las casitas violeta de Oppalocka, los murales de Allapattah, los edificios encristalados de Brickell donde palpita el sol y Hialeah, la extrovertida, donde la ‘cascarilla’ lo cura casi to’.

Miami es la promesa rosada de la Lotto parpadeando en cualquier vidriera. Es el círculo de la vida repleto de misterios y Julia Tuttle, sonriendo por las comisuras de la bahía de Biscayne. Son los huracanes que se deshacen al atardecer. Las calles estrechas de la Pequeña Habana, donde los dioses duermen a pierna suelta el estropeo de sus travesuras nocturnas. Y es el eco de un tren invisible que atraviesa Flagler por las noches repartiendo esperanzas.

 Miami es la dulzura que anida en el origen de su nombre y el salitre de todas sus batallas. Miami es un pelícano enamorado persiguiendo una ola. Un lienzo en blanco, generoso y provocador. Es un niño hiperbólico y tierno y un adulto intenso y transgresor. Miami son buganvilias fosforescentes desbordando las cercas de los patios. Son torbellinos de ideas despabilando gorriones. Son frituritas de malanga, pupusas y tequeños que compiten con la hamburguesa y terminan contaminándola de sabor. Son los suspiros de la luna delinenado la silueta de sus edificios a contra luz.

Miami son convergencias y divergencias que se besan con saña. Y a veces una mujer de ojos verdes que le canta a la aurora inevitable que viene subiendo desde otra latitud.  

Miami la Babeliana, donde papaya también es fruta bomba y lechosa y mamón. La críptica, donde los niños hablan inglés y lloran en el idioma de sus abuelos. La de los globos solitarios ascendiendo al infinito por la esquina de cualquier domingo. Inspiración y reto. Sitio de rencuentros redentores y olvidos imprescindibles. Llanura imperturbable donde las querencias se multiplican para mitigar el destino. Palmas que saludan con respeto. Proyectos que juntan amigos y talentos. Esfuerzos. Muchos esfuerzos. Lágrimas sin tiempo que se acurrucan al sur de tu garganta esperando el día en que puedan convertirse en verso.  

Miami es magia. Al descubrirlo te descubres. Y un día percibes bajo sus almendros, a tu padre convertido en una de sus mariposas… Y tú y Miami se vuelven cómplices y comienzan a fundar otros Mayos parecidos a aquellos, donde la lluvia del mediodía resbalaba por las gardenias.  Porque Mayo en Miami es un jardín de luz donde despuntan jazmines y milagros,  y los sueños nuevos se confunden con los Mayos de tu niñez.






No hay comentarios:

Publicar un comentario