Mayo era la lluvia del mediodía resbalando por las gardenias. Una
luna llena que se bañaba sin prisa en el mar del próximo verano. La ansiedad de
fabricarle una sorpresa a mami para llenar de sonrisas su segundo domingo. La
anticipación de los caramelos que caerían como pétalos sobre los cumpleaños de
mi hermano y mi prima. La conmoción de los 21 patitos amarillos - como moticas
de luz – con los que la pata Geraldina inundó la casa. Las ciruelas madurando
vertiginosas y el rayo incandescente que atravesó el alero de la casa aquella
tarde, marcando con fuego mi memoria.
Mayo fue la penúltima lección de piano y el primer beso que
me tomó por asalto. Las nubes saltando conmigo de charco en charco. La muerte
de mi amiga Silvia nublándonos el recreo y su mano llevándome a volar por el
universo, en un sueño tan real que todavía hoy me eriza los pelos.
Mayo fue el amor que nunca debió ser, el rabo de nube en las pupilas de mi
abuela, el nacimiento de mi primer sobrino y su llanto taladrando la noche y
fundando cariños rotundos en mi pecho. Mayo fue el cuento que empecé y aún no
termino. Los últimos lirios que sembré con mi padre y su sonrisa entibiando mi
corazón. Nosotros dos debajo del almendro.
Mayo fueron las madrugadas donde fragüé mi huida. La soledad y el miedo;
ese terrible que te duele en las entrañas. Mayo también fue el golpe seco de la
quilla en la arena y el primer paso tímido en la vastedad del continente. Fue la
angustia del que pierde de golpe los
puntos cardinales. El desamparo del que extravía el olor de las picualas. Mayo
fueron silencios; esquinas sin un solo recuerdo; insomnios de estrellas
apagadas. La muerte. La vida. La terca vida...
Miami es el enigma de una suite del Hotel Biltmore, la anchura del amor en Lincoln
Road, el aire despistado de Ocean Drive, el convite de espíritus de Midtown, el
guiño sofisticado de Coconut Grove, los árboles eternos de Coral Gables, las
casitas violeta de Oppalocka, los murales de Allapattah, los edificios
encristalados de Brickell donde palpita el sol y Hialeah, la extrovertida, donde
la ‘cascarilla’ lo cura casi to’.
Miami es la promesa rosada de la Lotto parpadeando en cualquier vidriera. Es
el círculo de la vida repleto de misterios y Julia Tuttle, sonriendo por las
comisuras de la bahía de Biscayne. Son los huracanes que se deshacen al atardecer. Las
calles estrechas de la Pequeña Habana, donde los dioses duermen a pierna suelta
el estropeo de sus travesuras nocturnas. Y es el eco de un tren invisible que
atraviesa Flagler por las noches repartiendo esperanzas.
Miami es la dulzura que anida en el
origen de su nombre y el salitre de todas sus batallas. Miami es un pelícano
enamorado persiguiendo una ola. Un lienzo en blanco, generoso y provocador. Es
un niño hiperbólico y tierno y un adulto intenso y transgresor. Miami son
buganvilias fosforescentes desbordando las cercas de los patios. Son
torbellinos de ideas despabilando gorriones. Son frituritas de malanga, pupusas
y tequeños que compiten con la hamburguesa y terminan contaminándola de sabor.
Son los suspiros de la luna delinenado la silueta de sus edificios a contra luz.
Miami son convergencias y divergencias que se besan con saña. Y a veces una
mujer de ojos verdes que le canta a la aurora inevitable que viene subiendo desde
otra latitud.
Miami la Babeliana, donde papaya
también es fruta bomba y lechosa y mamón. La críptica, donde los niños hablan
inglés y lloran en el idioma de sus abuelos. La de los globos solitarios ascendiendo
al infinito por la esquina de cualquier domingo. Inspiración y reto. Sitio de rencuentros
redentores y olvidos imprescindibles. Llanura imperturbable donde las querencias
se multiplican para mitigar el destino. Palmas que saludan con respeto.
Proyectos que juntan amigos y talentos. Esfuerzos. Muchos esfuerzos. Lágrimas
sin tiempo que se acurrucan al sur de tu garganta esperando el día en que
puedan convertirse en verso.
Miami es magia. Al descubrirlo te descubres. Y un día percibes bajo sus
almendros, a tu padre convertido en una de sus mariposas… Y tú y Miami se vuelven cómplices y comienzan a fundar otros
Mayos parecidos a aquellos, donde la
lluvia del mediodía resbalaba por las gardenias. Porque Mayo en Miami es un jardín
de luz donde despuntan jazmines y milagros, y los sueños nuevos se confunden con los Mayos de tu niñez.
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