Samara y Henry se encontraron cara a cara en medio de los petardos y la arrebatiña del asalto de los corsarios. Se miraron a los ojos y todo el aire se llenó de electricidad. Se olvidaron del mundo y vivieron un romance tan tórrido
A los nueves meses nació Sara, una niña preciosa, de pelo crespo y ojos verdes, que se convirtió en una joven tan bella que los hombres se la disputaban a sable, pistola y puño limpio. Tenía tantos pretendientes que, para evitar el asedio, se vestía de hombre para ir al mercado. Pero Sara lo calculó todo muy bien y le sacó provecho a su belleza. Por sus venas corría cierta cantidad de la espesa y pragmática sangre anglosajona y optó por casarse con el mejor partido: Don Gervasio Campoamor, feo y viejo
La bella Sara lo enterró con todos los ritos gitanos que le había enseñado su madre Samara. Al día siguiente se hizo cargo de las posesiones del difunto, dispuesta a demostrar la aptitud de sus genes británicos para los negocios. Mandó traer negros esclavos de La Española para aumentar la productividad en el corte de caña. En el segundo lote de bozales arribó Juan Lemba, un negro espectacular - descendiente de un rey yoruba, hijo de Changó y bello
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