La justicia casi siempre tarda y a veces - solo a veces - llega. En este caso demoró más de un siglo pero al fin llegó. El 11 de junio del año 2002, el Congreso de los Estados Unidos reconoció que el verdadero inventor del teléfono fue el señor Antonio Meucci y no Alexander Graham Bell
Arrebatiñas y pendencias aparte, la realidad es que el teléfono es un invento utilísimo que ha evolucionado mucho a lo largo de estos 153 años. De aquellos primeros fotutos pegados a la pared - a los que había que darle manigueta para que funcionaran - a las pantallitas casi mágicas de los iphones, el camino recorrido es impresionante. Hoy, voz y datos viajan por ínfimos haces de luz y el sonido de una palabra es capaz de desplazarse por el espacio y rebotar desde un satélite en órbita para alcanzar los lugares más recónditos y apartados del planeta. La tierra, aquel monstruo desconocido y lleno de misterios al que se enfrentó el intrépido Cristóbal Colón, es hoy apenas una aldea donde japoneses, australianos, senegaleses y chilenos pueden conversar animadamente - todos a la vez - y enterarse al minuto de lo que le sucede a un amigo
Negar los beneficios del desarrollo es declararse oficialmente viejo. Nadie con una mente medianamente sana puede estar en contra de las grandes ventajas de la inmediatez
Aunque a veces pienso que el desarrollo tecnológico nos desborda y el cerebro humano promedio - peligrosamente más plano de lo que debiera ser - no puede evolucionar a la misma velocidad. En otras palabras, ahora que podemos
Otros contactos, sin embargo, son interesantes y reveladores, pero gobiernos
Fue en una boda en un hotel de Miami Beach. Un sitio precioso y muy moderno. Al filo de las 10 de la noche, con unos cuantos mojitos en mi torrente sanguíneo, fui al baño de damas a cumplir una misión impostergable. Era un baño de mármol negro y acero inoxidable; refulgente, espectacular, automatizado y un poco intimidatorio. Parecía una nave espacial abandonada o más bien un mausoleo: no había nadie. Me introduje en uno de los cubículos y el cerrojo de la puerta se cerró solo, fíjense si todo era sofisticado. Me a
-Oye, ¿estás ahí?
Me petrifiqué. Miré al techo y a todos lados sin divisar a nadie. La voz siguió, ahora más amenazadora
-No te hagas la mosquita muerta ¡contesta si eres mujer!
Me asaltó el miedo. Empecé a elucubrar la forma de huir
-¡Oye, respóndeme que yo sé que estás ahí!
Me di cuenta que no tenía otro remedio que darme por aludida.
-Sí, estoy aquí – le dije casi en un susurro.
-Ah, ya te decidiste a contestar. No lo hagas así para que veas. Lo sé todo, absolutamente todo, y me las vas a pagar.
-¿Qué cosa?
-No te hagas la inocente, pelandruja, ya verás de lo que soy capaz
-Pero ¿quién eres tú?
-A partir de hoy soy tu peor pesadilla. Sé muy bien lo que estás haciendo y te vas a arrepentir
-No estoy haciendo nada, te lo juro... estaba orinando pero con tanta 'conversadera' ya me pasmé
-Me lo podrás negar mil veces pero tengo las pruebas…
No pude más. Me subí los pantalones, le di un tirón al cerrojo y salí corriendo. En mi carrera, tropecé con una joven que se lavaba las manos en uno de los grifos supersónicos del baño y se miraba al espejo mientras le hablaba a alguien a través de su bluetooth adosado en la oreja.
-Jessi me lo contó. Sé que estás en casa de Alejandro y ahora mismo salgo para allá, prostituta de quinta…
Era la misma voz misteriosa que hasta ese momento me mantuvo en vilo, pero ya no podía detener mi carrera y seguí de largo. Una vez fuera del baño recuperé el aliento, me di cuenta de lo sucedido y empecé a reírme
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