Además de nacer con la clave del relámpago, y otros muchos poderes que fui descubriendo poco a poco, tenía el don de dejarme ver a través de las paredes. Esto último resultó muy útil. A los ocho meses ya corría y trepaba muros sin ayuda de nadie y, teniendo en cuenta que vivíamos en la casa más grande del pueblo - la antigua mansión de dos plantas que
Por eso a los tres años leía de corrido y contaba hasta cien. A los cinco podía identificar todas las constelaciones, descifrar el significado de los sueños y hablar con las gaviotas. A los seis pescaba hasta 200 parguitos sanjuaneros en una sola noche de luna, deshacía trombas marinas con humazos de tabaco y adivinaba el pasado y el futuro de las personas con una piedra cónica que me había encontrado un día a la orilla del mar y que había bautizado con el nombre de “el ombligo del mundo”.
-En la escuela me enseñan eso, abuela. ¿Sabes? No puedo dejar que nadie vea la medallita de la Caridad del Cobre que me regalaste. Ni el resguardo que me hiciste. Dicen que los creyentes son ‘contrarrevolucionarios’
-¡Cuidadito! No permitas que la incapacidad de unos cuantos fanáticos te escurra toda la magia del mundo por un colador. Allá los que crean en los límites
-¿Entonces no hay límites?
-Solo uno: la ignorancia. Somos seres con un rango de visión limitadísimo y todavía hay quien solo cree en lo que ve… Seguro que te lo están enseñando todo al revés. ¿A ver, sabes lo que son las estrellas?
-Sí, dice mi maestro que son masas de gases a temperaturas muy elevadas
-¿Ves
-¿Por qué?
-Porque están amasadas con los sueños fosforescentes que nuestros antecesores no pudieron alcanzar
-¿Y no se apagan nunca?
-Sí, se apagan cuando alguno de nosotros es capaz de realizar esos sueños inconclusos que se quedaron titilando en el universo.
-¿Y qué pasa si hay mucha gente que se muere y deja el mismo sueño sin cumplir?
-Entonces tanto brillo nos desorienta y las noches se vuelven un infierno. La gente, agotada, empieza a huir buscando un sitio para descansar
-¿Y esa es la solución?
-No. La gente huye de tanta luz pero no puede escapar. El brillo los persigue. El único remedio es cumplir con esos deseos atrapados en los pliegues de la bóveda celeste. No puedes dejar que te confundan, Venus
-Eso está muy bien, pero ¿qué hago con lo que me enseña mi maestro?
-Razónalo con tu propia mente. Toma lo que creas que vale la pena. Lo otro lo desechas. ¡Eso sí! En los exámenes repites lo que ellos quieren que tú pienses. Así te dan buenas calificaciones. Actúa
-El problema es cómo hago para que los demás no sepan que pienso diferente. Eso puede ser un problema
-No los dejes entrar. Amurállate
-¿Y uno puede vivir tan solo?
-Realmente no… Pero por el momento me tienes a mí. Después ya veremos
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